domingo, 26 de diciembre de 2010

 


A veces los segundos hieren más que los minutos o las horas, más que los días, los meses o los años. Esas puntas de aguja, esos residuos afilados, esas esquirlas temporales penetran en la piel o en el ánimo como limaduras de acero y, aun sin provocar heridas visibles, matan como puñales.